PAS y narcisistas: entender el patrón para romperlo

Es una realidad: nuestra sensibilidad puede atraer a quien más nos hiere.

Las dificultades de las PAS con los conflictos y una empatía sin medida ni control pueden convertirnos en víctimas apetitosas para personalidades narcisistas, y hacer que nos impliquemos en relaciones dañinas, dolorosas y traumáticas.

Para ponernos el contexto, empecemos con las Personas Altamente Sensibles:
A las PAS casi siempre nos cuesta reclamar nuestro sitio, pedir ayuda, exigir lo que nos pertenece o expresar lo que necesitamos. Incluso puede resultarnos complicado expresar lo que sentimos, ya que, en algunas ocasiones, ni siquiera nosotras sabemos lo que sentimos (ni lo que necesitamos).

Si a esto le añadimos nuestra aversión de serie por el conflicto, no es difícil adivinar por qué muchas PAS desarrollan estrategias comunicativas que pasan por el silencio, la retirada o evitación (inhibición conductual), la prudencia disfuncional, o modos torpes, rígidos o incluso agresivos (si acabamos estallando) de reclamar nuestros derechos, nuestros deseos o poner nuestros límites. La asertividad no es uno de nuestros puntos fuertes, precisamente…

No parece fácil comunicarse o relacionarse con semejante peso a las espaldas, casi siempre sin ser conscientes de ello, ¿no te parece?

Pues aún hay más. Esa misma mochila que cargamos incluye otro par de cosas:
Por un lado, algo que pesa muchísimo en las PAS, más de lo que a veces nos podemos permitir reconocer: una necesidad visceral de amor, de conexión, de intimidad, de afecto, de vínculos sanos con los que compartir todas las cosas que nos parecen importantes, fascinantes, profundas y misteriosas de la vida. Algo que podemos buscar y temer a partes iguales, y que, a pesar de nuestras estrategias evitativas y de protección, no desaparece.

Y, por otro lado, algo que escondemos en algún bolsillo de nuestra mochila de PAS: nuestra necesidad de reconocimiento, esa hambre generada por la mirada que faltó, por la aceptación que en algún episodio no encontramos, por la atención que rechazamos habitualmente para evitar nuestra incomodidad ante la exposición, o el agradecimiento que anhelamos en el fondo por todos los esfuerzos que hacemos para que los demás estén bien (aunque no nos lo hayan pedido).

Y ahora sí, ya tenemos el pack completo para caer en las redes de un narcisista.

Vamos ahora con el perfil de una persona con trastorno de personalidad narcisista:

Simplificando, un narcisista es una persona incapacitada para sentir empatía, con un sentido de grandiosidad y superioridad que le coloca por delante del resto (los demás solo son medios para sus fines) y con una astuta capacidad estratégica de manipulación, que aplica en tres fases:

Hacerte creer que eres la persona más maravillosa del mundo, que por fin has encontrado a quien te conoce de verdad, con quien puede ser tú, quien te valora, te admira, te ayuda y te acompaña (son buenos actores), mientras bajas tus defensas y ellos van construyendo la tela de araña de la dependencia.

Después se vuelven ambivalentes mientras te hacen dudar de ti misma, te dan una de cal y otra de arena, te hacen luz de gas… Te preguntas qué ha pasado mientras ellos se las apañan para que todo apunte a que, sea lo que sea que haya pasado, lo has hecho tú y lo has hecho mal. Tú insistes en mantener tu imagen original del narcisista, esa persona adorable, perfecta, a quien quieres tener a tu lado porque es un regalo de la vida y ya no sabrías qué hacer sin ella. Puedes defenderla, negar la situación, e incluso ocultarla hasta a tu círculo más íntimo, del que la persona narcisista se está ocupando de alejarte para que acabes sin ningún recurso o red de apoyo y perpetuar así la dependencia.

Cuando se canse, ya no le sirvas para sus objetivos o se encuentre con otra víctima de la que aprovecharse y reproducir el mismo guion, te abandonará sin explicación o con acusaciones vejatorias, dejándote perpleja, desconcertada, sin energía, con la autoestima por los suelos y con escasos recursos para sobreponerte.

Acaba de aparecer la persona de mi vida y la tengo justo enfrente.

Antes de seguir, déjame explicarte que las personas con trastorno de personalidad narcisista sufren alteraciones en la corteza prefrontal y el sistema límbico, entre otras áreas. Es decir, su neurología está comprometida. De alguna manera, la PAS empatiza con esto, con la dificultad del narcisista, a quien se vuelca en ayudar por un lado (sin ser consciente de todas las trampas), y por quien sigue esforzándose, a costa de perderse a sí misma, para recibir el amor que tanto ansía y que una vez recibió. El bucle de la dependencia está servido.

Pero, con toda su capacidad para contemplar las situaciones desde múltiples perspectivas, detectar riesgos y anticiparse a las consecuencias, ¿cómo puede una PAS caer en las redes de un narcisista?

Principalmente debido a nuestra empatía sin límites y nuestra necesidad de amor y reconocimiento.

Como hemos visto antes, cuando nos cuesta tanto exponernos, expresarnos y hacer un auténtico match de corazón con alguien, el hecho de que, de repente y sin pedirlo, alguien se fije en nosotros, nos tenga en cuenta, nos ayude, nos escuche, nos admire, nos ponga en el centro del universo y nos haga sentir a salvo, derriba todas nuestras barreras defensivas. Cedemos el control a nuestras emociones (¿acaso no me merezco yo también vivir algo así de bonito?, ¿no es esto lo que he estado esperando toda mi vida?) y le damos vacaciones a nuestra corteza prefrontal, a la que luego pondremos a trabajar duro para encontrarle algún sentido a la contrariedad, el dolor y la humillación de semejante experiencia.

Somos humanos, y si algo tenemos en común todas las personas del planeta Tierra es que todas queremos que nos quieran, así que no te auto-condenes si en algún momento elegiste ser feliz sin valorar los daños: la realidad es que no lo “elegiste”, racionalmente hablando, ni esto dice absolutamente nada de tu inteligencia, tu valía o tus capacidades.

Entonces, ¿cómo podemos prevenir este tipo de relaciones?

Entrenando nuestro fuerte (arquitectónicamente hablando 😉). Acostumbrándonos a pivotar entre lo que sentimos y lo que siente el otro (nuestra empatía no nos permite dejar de hacerlo), pero entrenando colocar el centro en nuestro lado, volviendo siempre “a casa”. Ese es nuestro fuerte.

Salimos a explorar y a compartir, pero permanecemos en contacto con nuestras sensaciones corporales y nuestras emociones. Y si algo no va bien, podemos darnos permiso para retirarnos y reflexionar, indagar, compartir nuestras dudas o intuiciones con nuestro círculo íntimo o con un terapeuta para asegurarnos de que nuestra seguridad y nuestro bienestar no están comprometidos en una relación insana. Asegúrate de cultivar y mantener una red de apoyo segura, aunque la forme una sola persona: tiene un valor incalculable y puede ser la salvación en algunos momentos de la vida.

No será fácil, querida PAS. Tendrás que hacer un esfuerzo para dejar de ir detrás del narcisista, y trabajar con el sufrimiento que puede producirte su sufrimiento, con la culpa por creer que le abandonas a su suerte y con otro montón de complejas emociones enredadas que tan intensamente se pueden desatar, especialmente en las PAS.
Puede que el narcisista pueda cambiar o puede que no; es muy difícil, pero no imposible. La cuestión es que tienes que recordar (y repetirte una y otra vez) que tu responsabilidad eres tú. No te distraigas. No te consumas en fuegos ajenos. Solo tienes un deber y es cuidar de ti.

En algunos casos, reconducir o cortar la relación es más difícil que en otros, en función del tipo de vínculo. Igualmente, el primer paso siempre es tomar consciencia de cómo nos sentimos y el tipo de relación en la que estamos implicados, y si reconocemos el patrón y necesitamos hacer acopio de recursos, pedir ayuda.

Si este es tu momento, este es tu lugar. Bienvenida a Espacio Singular.
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